El discurso de Abel Pacheco es hoy una lamentable realidad
En los últimos 20 años en Costa Rica ha pupulado una serie de discursos que exaltan la figura de “los empresarios” como la máxima expresión de la economía, el desarrollo y la política nacional.
Son memorables las declaraciones de Abel Pacheco, entonces presidente el país, el 12 de enero de 2004, frente a otros mandatarios latinoamericanos. En esas declaraciones menospreció la enseñanza de la geografía y la matemática y planteó como causa de la pobreza en Nuestra América, los prejuicios en contra de los ricos y los empresarios.
Para Abel Pacheco, la educación debía transformarse, porque hasta el momento había enaltecido la pobreza en lugar de a los productores de riqueza. En otros de sus discursos, incluso llegó al extremo de afirmar que debían levantarse estatuas para los empresarios, así como se habían esculpido monumentos a Juan Santamaría, ya que ellos eran los nuevos héroes nacionales.
Estos discursos del ex-mandatario parecían exagerados y risibles a inicios del siglo XXI, pero se han convertido en toda una realidad, 16 años después. De aquí surge una importante pregunta que algunos medios de comunicación nacional hemos venido respondiendo: ¿quiénes son “los empresarios”?
Hoy en día en Costa Rica, un gran sector, influido por el conductismo político internacional, la versión rosa de la democracia costarricense que se encuentra en el plan de estudios de cívica para primaria y secundaria, los discursos del gobierno y de los medios de comunicación masiva al servicio de “los empresarios”, cree que “los empresarios” son los únicos que pueden sacar adelante la economía del país y, para hacerlo, el estado debe estar a su total disposición, para que ejecuten sus ideas prácticas, por el bien de esta nación y de la humanidad.
Estos discursos encierran varios aspectos ideológicos que es necesario comprender para poder allanar el terreno y responder a la pregunta: ¿quiénes son “los empresarios”?
Exaltación del derecho al trabajo como único derecho humano
La exaltación del derecho al trabajo como único derecho humano que debe ser satisfecho por el estado es uno de sus argumentos fundamentales. El estado, para garantizar el trabajo, debe brindarle condiciones favorables a las grandes empresas como la exoneración de impuestos y de cargas sociales, así como flexibilizar las leyes que regulan los derechos laborales para que ellos, “los empresarios”, puedan darle trabajo a las personas y estas, en la medida de las posibilidades de sus salarios, puedan agenciarse la satisfacción de necesidades fundamentales como la salud y la educación, las cuales deben estar en manos de “los empresarios”.
Lo anterior tiene dos implicaciones. Por un lado, considera el derecho al trabajo como el único derecho humano que debe reconocer el estado costarricense. El trabajo debe ser el medio a través del cual las personas puedan acceder a bienes y servicios que les generen calidad de vida. Por lo tanto, los derechos a la salud, la educación, los seguros, la electricidad, el agua y las telecomunicaciones no constituyen los principios básicos de la justicia costarricense y cualquier institución estatal que promueva estos derechos, debe ser privatizada.
Por otro lado, la exaltación del derecho al trabajo se realiza en un único sentido: propiciar condiciones a “los empresarios” para que generen más riqueza y, por los tanto, más puestos de trabajo.
En este sentido, el derecho al trabajo no se entiende en términos de calidad del trabajo ni de las condiciones laborales. Contrariamente, impulsa el rebajo de los salarios, la pérdida de las garantías sociales de las y los trabajadores, quienes, además, tienen que mostrar un incuestionable agradecimiento a “los empresarios”, porque al emplearles, les permiten tener acceso a la alimentación.
El engaño de considerarnos empresarios
El engaño es claro y tiene múltiples sentidos. Ha habido una tergiversación perversa de quienes realmente conforman el grupo de “los empresarios”.
Esto implica la necesidad de reconocer cinco conjuntos de argumentos. El primero es que se nos presenta a “los empresarios” como los dueños y señores del sector privado y al sector privado en contra del sector público o de las instituciones del estado. Basándose en esta contraposición, “los empresarios” inculcan en la mente de todas las personas que tengan un pequeño negocio que son empresarios y que “los empresarios” dinamizan la economía del país y generan la riqueza necesaria para que haya más puestos de trabajo, pero las instituciones estatales limitan las bondades y el poder de acción de “los empresarios” y por eso deben desaparecer y no ser más un obstáculo.
Este argumento tiene varios problemas. El objetivo del estado no es generar riqueza, tal como visualiza la riqueza el egoísmo de “los empresarios”. El estado o el commonweatlh de la tradición liberal inglesa es una “riqueza común”, una riqueza colectiva que nos pertenece a todas las personas quienes vivimos en el país y fue creado para velar por el “bien común” de la población, donde el “bien común” no puede reducirse al acceso al trabajo.
El “bien común”, por el cual existe el estado, implica la satisfacción de necesidades básicas para que todas las personas puedan alcanzar cierta calidad de vida y de ahí que se hable de un “estado de bienestar”. Por lo tanto, el estado genera un tipo de riqueza que potencia a gran parte del sector privado, a todas aquellas personas que teniendo sus negocios pequeños, no son parte de “los empresarios” y esto vale mucho más que la acumulación de riqueza de unos cuantos.
El segundo conjunto de argumentos, referente a la tergiversación de quienes realmente conforman el grupo de “los empresarios”, se relaciona con la promoción de la venta de instituciones del estado, lo cual no implica un paso de estas instituciones al sector privado, sino a una parte específica de este sector o “los empresarios”.
La historia de Costa Rica tiene ejemplos de esto que pueden consultar en otras de nuestras entregas. Aquí nos limitamos a visualizar la arquitectura ideológica de este tipo de discursos en los cuales la lógica de la privatización no es capaz de sostenerse.
Según “los empresarios” y aquellos sectores populares en los que han surtido efecto sus discursos, las instituciones públicas no sirven, están desfasadas e implican gastos innecesarios para el estado. Deben ser vendidas porque no son rentables para la economía y no deben estar en manos del estado.
Sin embargo, si estas instituciones quieren ser compradas y transformadas en empresas de “los empresarios”, es porque son rentables. Nadie va a comprar un negocio que no proyecte le pueda dejar un buen margen de ganancia. Por lo tanto, muchas de nuestras instituciones deben ser reformadas, pero no en pos de debilitarlas ni quebrarlas para que las puedan comprar muy baratas “los empresarios”, sino para que cumplan con los principios básicos de la justicia por los cuales fueron creadas, aunque esto sea negado por “los empresarios”.
Con esto último se relaciona el tercer conjunto de argumentos. “Los empresarios” no solamente dicen que las instituciones públicas no sirven y deben ser vendidas, también pretenden que se vendan a precios ridículos para que las puedas comprar ellos mismos: “los empresarios”. Con esto, una riqueza que nos pertenece a todas las personas que habitamos el país pasaría a manos de “los empresarios” y por precios ridículos. ¿Acaso esto no es un robo de quienes se promueven, desde discursos como el de Abel Pacheco, como los nuevos héroes nacionales? ¿Pensaría alguna vez Abel Pacheco en levantar una estatua para William Walker en el lugar de la Juan Santamaría?
El cuarto grupo de argumentos parte de la existencia de un discurso estructurado desde las élites financieras mundiales que exalta la figura de “los empresarios”, como si se tratase de una cadena alimenticia y ellos fueran la máxima expresión del poder, el desarrollo y la economía. Este discurso atraviesa no solamente a “los empresarios” sino a la organización del estado, desde la planificación hasta la educación.
La estandarización, promovida por instancias como el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), se evidencia en el uso técnico del lenguaje. La reforma fiscal que impuso el IVA no es el resultado de un invento exclusivo de Carlos Alvarado y “los empresarios” que le rodean. El IVA es una terminología impuesta a muchos países de Nuestra América y el mundo occidental. Lo mismo pasa con las Pruebas Pisa, que aparecen con ese mismo nombre en los sistemas educativos de otros países como Colombia y Argentina.
El quinto conjunto de argumentos es que no todos ni todas somos “los empresarios”. Si tienes un pequeño negocio, puedes detenerte y pensar, ¿tengo injerencia en las políticas del gobierno?, ¿puedo promover la privatización de instituciones del estado para luego comprarlas a bajos precios y aumentar mi riqueza? Si tu respuesta es no, entonces definitivamente no eres parte de la clase de “los empresarios”, ya que “los empresarios” ni siquiera son una clase; no representan al sector privado; son simplemente un grupúsculo pequeño de individuos con muchas ambiciones egoístas, pretensiones de superioridad y avaricia.
Sin embargo, la prensa, PROCOMER y muchas instancias, tanto estatales y privadas (a modo de ejemplo, los medios de comunicación masiva) constantemente nos recalcan que “somos empresarios”, pertenecemos a la pretendida clase de “los empresarios” y, por tanto, tenemos que defender los intereses de “los empresarios”, cuando en realidad a “los empresarios” no les importan nuestros propios intereses como personas que tenemos negocios pequeños y la pulseamos para salir adelante.
Es de esta manera que “los empresarios” utilizan las fuerzas productivas del sector privado para promover sus intereses, aunque sus intereses vayan en contra del beneficio mismo del sector privado que no es “los empresarios”.
Si un negocio pequeño se torna rentable y crece como la espuma, probablemente “los empresarios” lo van a ver, van a copiar la idea, le van a montar competencia y si pueden lo van a quebrar. A “los empresarios” no les interesa que muchos negocios pequeños quiebren.
“Los empresarios” no consideran a este tipo de negocios como “empresarios”, sino es en función de engañarlos para que promuevan sus intereses. Por tanto, aquí la lucha no es entre el sector público y el sector privado, ya que “los empresarios” atentan contra las instituciones que le brindan calidad de vida a muchas personas que estamos en el sector privado. La lucha debe ser en contra de ese grupúsculo de “los empresarios” que quiere hacer de Costa Rica un feudo que les pertenezca y que, además, debemos rendirles pleitesía.