Como lo hemos evidenciado en otras entregas, el COVID-19 ha evidenciado las flaquezas del neoliberalismo ante situaciones en las cuales la existencia misma de la humanidad entra en juego. Esto debe conducir a muchas reflexiones hacia el futuro, como por ejemplo las premisas desde las que se constituyen los procesos educativos y los fines mismos de la educación.
Una educación en función del mercado puede ser funcional como mecanismo de dominación y maximización de las ganancias de algunas élites neoliberales mundializadas, pero su vacuidad queda desnuda ante situaciones como la actual pandemia del COVID-19.
Si la educación no supera los sesgos conservadores y el fundamentalismo religioso que determinan el arcano político del neoliberalismo de la segunda mitad del siglo XXI, entonces los pueblos no estarán preparados para afrontar este tipo de situaciones, ya que el egoísmo, el hambre, la desigualdad, la falta de pensamiento crítico y creativo para sobrevivir y la violencia doméstica incrementan de la mano con las personas contagiadas y las muertes causadas por el COVID-19.
Gran parte de los sectores populares, bajo el régimen educativo de las competencias que sigue ciegamente al neoliberalismo, cree ejercer un poder soberano, mediante los sistemas electorales que se han venido deslegitimando en América Latina y convirtiendo cada vez más en rituales obsoletos, cuya única funcionalidad es ideológica y afirmadora de la obligación política de los sectores populares con gobiernos afines a las élites neoliberales y globales.
Esta falta de formación crítica ha hecho que muchos sectores populares reafirmen estos sistemas detrás de los que se esconde el intento de legitimar a la tiranía como la mejor forma de gobierno occidental.
Es así como han llegado al poder personajes con complejos psicológicos similares, como Trump y Bolsonaro. Para este tipo de presidentes, lo que importan son los negocios de las grandes compañías a las que representan y los pueblos solo son importantes en tanto que contribuyen con mano de obra y son consumidores de sus productos. Ya no les importa ni siquiera tener un grado mínimo de decoro en el modo de expresarse a través de sus mecanismos centrales de ideologización: los medios de comunicación.
Pero el COVID-19 también ha dejado de manifiesto el complejo problema causado por el hecho de que los sectores populares no gocen realmente de un poder soberano en la América Latina neoliberal de las primeras dos décadas del siglo XXI, en los Estados Unidos y el mundo.
En tiempos de relativa estabilidad, donde las grandes compañías trasnacionales mundiales siguen lucrando, estos personajes dicen cosas y cometen acciones que llenan de indignación a muchas personas, pero no pasa nada. El dominio ideológico es tan grande que la gente ve imposible cambiar ese modelo de poder por otro que sea más equitativo y le brinde más poder a la mayoría.
Paradójicamente, en momentos del COVID 19, cuando el neoliberalismo se mira a sí mismo así de impotente y pálido, es necesario ponerle freno a este tipo de personajes, pero esto requiere de esa educación crítica y humanística del pueblo que el neoliberalismo se ha encargado de minar.
Hemos visto declaraciones asombrosas por la magnitud de desfachatez de Bolsonaro en los últimos años, pero tales declaraciones no se habían vuelto en su contra tanto como ahora.
Bolsonaro ha menospreciado la letalidad y peligrosidad del COVID-19, saludando de la mano a muchas personas y haciéndose test cuyos resultados negativos ha expuesto en grandes aglomeraciones de personas; ha defendido los oficios religiosos como actividades esenciales que no se pueden suspender ante la necesidad de contener un virus que para él es “una simple gripita” e incluso ha dicho que una fábrica no se puede detener porque explote un automóvil, que las personas brasileñas no se contagian porque están acostumbradas a nadar en las acantarillas y muchas otras incoherencias o expresiones carentes de todo humanismo, ética o decencia mínima.
Pero ante el avance del COVID-19, a diferencia de años anteriores, sus declaraciones lo tienen al borde del impeachment y recientemente se han generado mecanismos para limitar su poder de decisión sobre la cuarentena, como en Estados Unidos se han enfatizado procedimientos para limitar el poder de Trump de declarar la guerra.
De acuerdo con información de TeleSur, el ministro del Tribunal Supremo Federal de Brasil, Alexandre de Moraes, emitió una orden provisional en la que los gobiernos estatales y municipales tienen autonomía para determinar el aislamiento social. Luego, no son las decisiones de Bolsonaro las que determinarán si se flexibiliza una cuarentena en el país sudamericano.
Esto nos invita a reflexionar, ¿por qué a este tipo de personajes que el neoliberalismo ha conducido al poder se les pone límites ante una pandemia, pero se les permite decir y tomar medidas temerarias en otras circunstancias históricas?
Definitivamente lo que menos le importa al neoliberalismo y sus elites son los pueblos y de ahí que, a partir de figuras como Bolsonaro y Trump, de la mano con una educación al servicio del mercado, traten de legitimar y naturalizar la tiranía como la mejor forma de gobierno.