Es importante que estemos al pendiente de los movimientos políticos que están ocurriendo en toda Nuestra América. No debemos caer en voces de alarmismo, pero tampoco relajarnos. El juego geopolítico mundial tiene alteradas muchas de sus variables y puede ser cuestión de días, horas e incluso minutos que las relaciones y los posicionamientos cambien abruptamente.
Ante la inminente derrota económica, tecnológica y política de Estados Unidos con China y el contrapeso militar que la potencia occidental ha encontrado en distintas partes del mundo, Estados Unidos ha intensificado sus arremetidas en contra de Nuestra América y su lenguaje bélico en otras regiones fronterizas con Rusia y en el mar del Sur de China.
Es por esto que debemos estar pendientes de todos los movimientos políticos que ocurren en Nuestra América y mirarlos con sospecha mesurada. Desde lo que está ocurriendo en dictaduras militares como la hondureña, hasta el auge del fascismo en un país que le ha alardeado al mundo ser una nación de paz y sin ejército, como Costa Rica. Desde un convulso Brasil hasta la dictadura boliviana, sin olvidarnos de Ecuador, Colombia y Chile y todos los demás bastiones en los que, mezclas criollas de neoconservadurismo y neoliberalismo, están controlando el poder.
También debemos estar al tanto de lo que pasa en aquellos otros países que resisten, diferenciando los aspectos ideológicos de los meramente geopolíticos. Venezuela, Cuba y Argentina son ejemplos materiales de intentos por ejecutar, desde las estructuras estatales, propuestas diferentes a las que pretende imponer la tiranía de la élite financiera occidental y han concretado estrategias y generado una voluntad fuerte como para realizar prácticas contra-hegemónicas que impidan el posicionamiento total de Estados Unidos en la región, en este contexto de guerra mundial.
En las últimas horas han ocurrido hechos en Argentina que merecen de nuestra atención. No podemos encender todas las alarmas regionales, pero tampoco podemos dejar de sospechar la efectividad de muchos movimientos posibles, que puede tener a su disposición la mano invisible que se ubica del otro lado del tablero de ajedrez, una mano acostumbrada a no seguir las reglas de juego y dispuesta a todo, más ahora que pierde la partida en el plano mundial.
Alberto Fernández llegó a la presidencia de Argentina en diciembre de 2019, sustituyendo a uno de los principales aliados de las élites financieras occidentales en Nuestra América y más específicamente, en el Cono Sur. El pensamiento de Alberto Fernández y sus prácticas políticas parten de premisas diferentes y ante esto puede ser entendido como un peligro, tanto para las élites ultraderechistas locales, como para Estados Unidos. Esto nos obliga a mirar cualquier movimiento con sospecha y encontrar cuantas posibilidades existan para seleccionar entre aquellas que parezcan más plausibles, para considerarlas y tener preparados planes de acción, para cada una de ellas.
En nuestro caso, nos limitamos a la difusión fluida de los mensajes. Tratar de romper esos sesgos de la información masiva occidental, en la medida de nuestras posibilidades: hacer nuestro aporte, dar nuestro granito de arena. Es en ese sentido que vamos a exponer la situación de inestabilidad que se ha vivido en Argentina durante las últimas horas, a partir de testimonios que han llegado a nuestras manos de personas de confianza y que han tratado la temática con toda la seriedad del caso, tal y como lo exige la circunstancia.
Alberto Fernández había propuesto recientemente un proyecto para hacer reformas a la policía federal y, junto a Axel Kicillof, gobernador de Buenos Aires, a la policía de la provincia capital. Estas reformas implicaban directrices sobre el manejo de algunas partidas presupuestarias y otros aspectos con los cuales la policía de Buenos Aires no estaba de acuerdo.
El quejas no se hicieron esperar. Los policías comenzaron a protestar por estar trabajando en malas condiciones, por el descuido al que se veían sometidos en medio de la pandemia y lo mal pagadas que eran sus horas extra. Comenzaron a articularse a partir de este descontento para exigir mejoras salariales y otra serie de petitorias.
Es en este contexto donde no podemos obviar que la ultraderecha es experta en aprovechar cualquier tipo de descontento para generar grietas, cuando es la oposición. Además, entre los escuadrones de Buenos Aires se encuentran grupos marginales de la policía que son muy violentos y distintos sectores, influenciados por personas retiradas de la policía, e incluso que todavía se encuentran ejerciendo, las cuales son leales a los intereses que representaba Mauricio Macri, cuando fue presidente del país.
Debido a todo esto, la policía de Buenos Aires se manifestó, pero lo hizo de un modo inusual. En una primera instancia, comenzaron a darse movimientos en algún comando estratégico en la Matanza, sitio donde suele encontrarse el secretario de Seguridad de la provincia de Buenos Aires. Posteriormente se amotinaron e iniciaron un asedio de la casa de habitación del gobernador Axel Kicillof y horas después, rodearon la Quinta presidencial de Olivos, donde se encontraba el presidente Alberto Fernández, lo que generó gran incertidumbre en la población.
A pesar de que este evidente intento de extorsión fue censurado por varios partidos de oposición y el gobierno, quienes lo deslegitimaron por representar un peligro para la democracia y a pesar de que, luego de una negociación, Alberto Fernández anunciara que iban a tomar medidas y propusiera un aumento, el mensaje fue claro: no podemos relajarnos.
Vivimos un contexto mundial en el cual un golpe de estado puede ocurrir súbitamente. La policía de Buenos Aires ejecutó movimientos arriesgados que implicaron tácticas clásicas sumamente peligrosas. Aunque el pueblo argentino no esté dispuesto a tolerar un golpe de estado más en el país, este tipo de movimientos debemos verlo con mucho detenimiento y cautela. Hay que hilar nuestros pensamientos con un bisturí quirúrgico.
El peligro latente no es tanto que ciertos grupos marginales de la policía no quieran aceptar las medidas propuestas por el gobierno. El peligro medular no está en el motivo de descontento de los cuerpos policiales en general. El peligro yace en quién puede aprovechar ese descontento o generar otros nuevos y desestabilizar Argentina, un punto de suma importancia para frenar la expansión de los intereses yanquis en la región.