El pasado 30 de setiembre, en Costa Rica se inició un paro nacional, convocado en primera instancia por Rescate Nacional, movimiento que hizo un llamado a la desobediencia civil como mecanismo de ejercicio del poder soberano del pueblo.
Entre los motivos generales de este paro se encuentran la nula apertura del gobierno a negociar con los sectores populares la propuesta de endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional (FMI), nuevos impuestos a las clases medias y más pobres del país y la privatización de instituciones que generan gran cantidad de ingresos al estado, como la Fábrica Nacional de Licores (FANAL) y bienestar a la población, como la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS).
El llamado oficial lo realizaron José Miguel Corrales y Célimo Guido, quienes son los líderes más destacados de Rescate Nacional, a pesar de que el movimiento agrupa a diversos sectores, incluidos algunos bastante cuestionables, con grandes intereses económicos privados en sectores como la producción y comerciales del país.
Estas contradicciones no son exclusivas de Rescate Nacional y derivan no solo del carácter de espontaneidad del que surge y se alimenta el actual movimiento, sino también de la carencia de significados específicos para los significantes políticos, la falta de cultura política en los sectores populares (la asignatura de Cívica ignora la trayectoria de los movimientos sociales y omite o no promueve una distinción conceptual clara entre conceptos como socialismo, conservadurismo, neoliberalismo, etc.) y el oportunismo.
No solamente en la convocatoria, sino en la manifestación en San José del 30 de setiembre se pudieron apreciar esas contradicciones entre las consignas de lucha, las cuales iban desde carteles que hablaban del reino de Jehová y gente exaltando el nuevo orden mundial y a Costa Rica Libre, hasta José Miguel Corrales, Célimo Guido y el bloque consciente del Partido Revolucionario de las y los Trabajadores (PRT). Todo esto aderezado con la presencia de machos alfa, de corte fascista, incitando a la división y a la violencia, un carro de lujo y motorizados hablando con la gente de que Trump es bueno y Carlos Alvarado es comunista.
Esto se torna más complejo, si añadimos a este panorama los desayunos de algunos líderes sindicales con el nuevo presidente de la Unión Costarricense de Cámaras y Asociaciones del Sector Empresarial Privado (UCCAEP) y otras estructuras sindicales trabadas en una mera burocracia o controladas por partidos políticos viciados, como el PLN, a partir de los cuales se promueve el clientelismo y el manejo dudoso de los fondos aportados por las personas afiliadas.
Pero salgamos de la visión vallecentrista. En las zonas rurales de Costa Rica es el hambre, la impotencia, la desesperación y la rabia contenida, la constitución del combustible que solo ameritaba de una mecha, en este caso el llamado de Rescate Nacional, para prenderse y actuar con furia en contra del deterioro de todos los mecanismos existentes para subsistir y la concesión de nuevas y cada vez más descaradas ventajas y oportunidades de lucrar y robar para las élites más adineradas del país.
Esta complejidad ha hecho que algunos sectores sindicales éticos, partidos políticos de izquierda e incluso personas socialdemócratas, desconfíen y no se hayan sumado desde un inicio al paro nacional. Algunos de estos sectores no lo han hecho y otros se han unido a lo largo de estos primeros días, porque han comprendido que el vacío conceptual que vivimos es una realidad que se ha prestado para toda esta demagogia, pero que ante una arremetida tan grande de la misma ultra-derecha, no podemos ceder los espacios tradicionales de lucha por reivindicar los derechos de los sectores populares en Costa Rica. Han comprendido que la gente tiene que salir a protestar y todavía nos falta planificar un proyecto adecuado de educación política popular, para combatir la demagogia.
La ventaja de este movimiento es que la gente ha salido a la calle a manifestar su malestar y comienza a construir una conciencia de la pérdida de sus derechos y acceso a la riqueza. En medio de esto: ¿A cuál demagogia nos referimos? No es una demagogia cualquiera. Ha sido planificada en laboratorios de conductismo político. Ha sido y sigue siendo inculcada al pueblo por medios de comunicación masiva, todavía legitimados en algunos sectores populares como La Nación y Panorama.
Antes del actual paro, esta demagogia sostenía que “el PAC es socialismo del siglo XXI” y que “Carlos Alvarado es comunista” y, en las actuales condiciones se han generado audios, a modo de fake new, donde dicen que “entre los policías hay cubanos infiltrados”, “Carlos Alvarado tiene guardaespaldas venezolanos”, etc. De esta manera, se cataloga al gobierno actual de comunista y cualquier agresión que ejecuten los cuerpos policiales será atribuida a los regímenes de Cuba y Venezuela y no a un aparato policial, entrenado en Colombia, Israel y Estados Unidos, que participa de las Olimpiada Militares y gana medallas para un país en donde la embajada de Venezuela hospeda no a representantes de Nicolás Maduro, sino de Juan Guaidó.
En medio de este contexto, el odio de los sectores populares se enardece y enardece la xenofobia y los prejuicios políticos que impulsan ciertas mafias desde Miami y organizaciones de extrema derecha como la Asociación Nacional de Fomento Económico (ANFE) encuentran plataformas para defender los intereses de las personas adineradas, en medio del clamor popular. La ANFE se lanza con la consigna de “no más impuestos”, cuando sí deben haber más impuestos, pero para las élites económicas y menos impuestos para las clases medias y pobres, para salir de la actual crisis del país.
¿Qué se podría estar fraguando en medio de todo esto? Carlos Alvarado, como cara de las élites económicas que se han adueñado del gobierno en los últimos años, ha iniciado un nuevo programa de ajuste estructural (PAE) que no ha podido culminar a partir de su decadente figura de autoridad. El pueblo no está contento ni dispuesto a tolerar más abusos de gobierno de la república, pero en medio de esta falta de cultura política, la demagogia ha hecho y desecho de los conceptos lo que ha querido hacer para promover la ignorancia.
¿Es acaso esto el preámbulo de un auto-golpe de estado? ¿Podría llegar una o un representante de la extrema derecha al poder, luego de deponer a Carlos Alvarado con el apoyo mismo de los cuerpos policiales y ampararse en estos para “fundar la tercera república”, la cual no sería el resultado de una negociación, sino el cierre definitivo y la privatización inconsulta de muchas instituciones públicas que le brindan calidad de vida a las personas?
Lo anterior es una gran posibilidad y ante esto, es importante que las agrupaciones políticas, los medios de comunicación alternativa conscientes, los sindicatos y la ciudadanía en general comiencen a realizar una escuelita popular básica, donde se establezcan diferencias elementales entre socialismo, comunismo, liberalismo, neoliberalismo y se derrumben todos los mitos y argumentos a partir de los cuales se dice que Carlos Alvarado es comunista. Esto no necesariamente para exaltar el comunismo, pero sí para que existan las condiciones básicas ideales de diálogo entre las personas, para que estas puedan discutir sobre política, sin caer en juegos conductuales programados y que pueden ser muy peligrosos para nuestra libertad.