A lo largo de las primeras dos décadas del siglo XXI, China ha asumido el lugar como la primera potencia económica del mundo y Rusia ha acabado con las pretensiones estadounidenses del monopolio del poder militar y ha establecido un equilibrio.
Como consecuencia, China ha recibido múltiples ataques del gobierno de Donald Trump; ataques que van desde una guerra comercial y una guerra tecnológica hasta un golpe mediático para desprestigiar el liderazgo chino en la contención de la pandemia del COVID-19 y el aumento de la tensión militar en el mar del Sur de China. A su vez Rusia se ha visto sometida a bloqueos económicos que atentan contra su economía y el asedio de la OTAN en todas sus fronteras. Como resultado, una alianza entre Rusia y China que se fuera intensificando con el pasar de los años era algo más que predecible.
Desde el liderazgo asumido por ambos países en la creación de las BRICS (bloque económico conformado durante la primera década del siglo XXI por las economías emergentes de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) hasta distintos ejercicios militares conjuntos; China y Rusia han manifestado sus intensiones de defender mutuamente sus intereses y potenciar el comercio entre ambas naciones.
Sin embargo, las circunstancias actuales en las cuales Estados Unidos está siendo fuertemente golpeado económicamente, no solo por el COVID-19, sino por una serie de malas decisiones que se remontan a la segunda mitad del siglo XX y recurre a argumentos desesperados para afectar las economías china y rusa, ha implicado un mayor afianzamiento de las relaciones entre Rusia y China.
En las últimas horas, un decreto del gobierno ruso ha dado el aval para que los recursos del Fondo Nacional de Inversiones (FNB) puedan invertirse en bonos del gobierno chino, empleando como moneda el yuan. Este tipo de políticas rusas ya se han implementado con Irán, país con el cual ha acordado entablar relaciones comerciales en la monedas nacionales de ambos países y ha recibido críticas de Estados Unidos, por transgredir las sanciones a las que ha sometido al país persa.
Las intenciones de Rusia con este tipo de políticas son claras: desean evitar a toda costa que las sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea (UE) afecten su economía. Esto parece muy sensato si tomamos en cuenta la tensión generada por la guerra del petróleo, cuyo epicentro se ha desplazado a la relación entre Arabia Saudita y Estados Unidos, pero podría tener como efectos derivados sanciones a Rusia que afecten su posicionamiento en este sector.
Otro aspecto es la confianza que ha sido depositada por Rusia en la seguridad económica de la República Popular de China, lo cual implica un mayor deber de compromiso con el mantenimiento de la estabilidad económica de ese país y, por tanto, de un apoyo militar, en el caso de que Estados Unidos y otros países decidieran atacar a China o bloquear sus rutas comerciales.