Una de las guerras más inhumanas y cruentas de la segunda década del siglo XXI fue declarada en 2015 por Arabia Saudita contra Yemen.
Esta guerra se ha caracterizado porque el régimen de Riad, la capital de Arabia Saudita, ha contado con el apoyo de Estados Unidos y otros países occidentales interesados en mantener determinado tipo de control en el Cercano Oriente, reafirmando a Riad como una potencia militar invencible en la región.
Los bloqueos impuestos por Arabia Saudita y vigilados por Estados Unidos desde el mar impiden la importación de medicamentos y alimentos a Yemen, incluso de ayuda humanitaria, antes y durante la pandemia del COVID-19. Esto se ha traducido en serios problemas de desnutrición, los cuales van paralelos a los efectos psicológicos de una guerra declarada para someter al país más pobre del Cercano Oriente a la voluntad esclavista del régimen saudita.
Los bombardeos e incursiones por tierra de Arabia Saudita y grupos mercenarios a su servicio ha sido constante durante los últimos cinco años. Pero el pueblo yemení, liderado por los hutíes, le ha demostrado al mundo que si una voluntad de lucha es inquebrantable, puede revertir los mecanismos de dominación más atroces, incluidos los intentos de esclavización.
El sentimiento de identidad yemení se ha fortalecido debido a la saña saudita en contra del pueblo, lo cual ha sido más fuerte que la división ideológica de la historia de Yemen que hemos explicado en otras entregas sobre este tema.
Este sentimiento de identidad generado por una voluntad que no claudica y la necesidad de luchar contra un enemigo que viola todas las convenciones de guerra y comete crímenes de guerra, ha hecho que el pueblo yemení mejore sus sistemas antimisiles y las tácticas y estrategias de lucha, poniéndole un freno de fuerza suficiente a las pretensiones de dominación y de control del petróleo yemení, por parte del régimen de Riad.
Este contexto de guerra, en el cual tanto Estados Unidos como Arabia Saudita evitan el arribo de ayuda humanitaria o comercio de mercancías vía marítima con Yemen, puede conducir a una catástrofe ambiental con secuelas atroces para la vida silvestre del mar Rojo.
Muhamad Abdel Salam, el portavoz de Ansarolá en Yemén ha denunciado que estos bloqueos son los responsables de un posible derrame de petróleo de un buque cisterna de la compañía yemení Safer Exploration & Production Operations Company (SEPOC), que se encuentra en estado de abandono y en descomposición, frente a la costa de la ciudad de Al-Hudayda, el cual se estima puede tener alrededor de 1,1 millones de barriles de petróleo.
De acuerdo con Abdel Salam, desde hace mucho tiempo han solicitado la autorización para darle mantenimiento al buque cisterna, pero las agresiones de Arabia Saudita y el apoyo de Estados Unidos al régimen de Riad, a través de sus bloqueos injusto contra Yemen, que impiden el acceso de petróleo a Al-Hudayda, han obstaculizado este proceso de mantenimiento.
Este derrame podría compararse con el desastre de otros derrames históricos de los que poco o nada hablan los medios de comunicación y que han generado zonas muertas en el golfo de México y el mar de Japón.
Estos bloqueos y las consecuencias ambientales no le son suficientes a Arabia Saudita para detener el avance de las fuerzas armadas yemeníes. La cadena local de noticias Al Masirah ha informado que el día de ayer estas fuerzas lanzaron una operación a gran escala en contra de los mercenarios de Arabia Saudita en la provincia de Al-Bayda, en el suroeste de Yemen.
El éxito de esta operación podría conducir al control de la región de Qaniya, un punto estratégico para recuperar la provincia petrolera de Marib, controlada por mercenarios al servicio de Arabia Saudita.